No creo que ningún traje me entre. Hace tanto que no me
disfrazo de superhéroe. ¿Pero a quién le importa? Igual, no la puedo recibir
descalzo. Y me tendré que bañar.
Me hizo gracia: «a la hora que me diga paso por su
consultorio, profesor». No tengo más consultorio. Ni cátedras. Ni
pacientes.
Cuando mi esposa terminó como terminó me alejé de todo.
¿Cuánto hace? ¡Ocho años! Helena siempre tuvo sus curiosas negligencias. Durante toda mi carrera, me consagré a aliviar el
sufrimiento psíquico de tantos mientras ella, en mi total inadvertencia, se deterioraba cada vez más.
«Es una obra de beneficencia que busca la revolución
espiritual». ¡Los Niños de Dios eran, Helenita! ¡Hippies degenerados! Prostitución,
corrupción de menores… ¿qué cosas dejaste que hicieran con nuestra hija?
Comentarios
Publicar un comentario