Pobre, mi doctorcita. ¡Como lloraba! No quisiera sonar demasiado estricto, pero una “experiencia paranormal” no es un estado distorsionado de conciencia sino una alucinación. Aunque dos o más personas la sufran al unísono. A lo sumo, un caso de trastorno psicótico compartido. Me dio mucha tristeza cuando trató de armar un relato coherente sobre cómo se le disparó la patología. Un paciente sufría ataques de pánico porque un hermano suyo hablaba con los muertos: un hombre y una niña parlanchina. Las “presencias” se le manifestaban a medianoche. Después de entrevistar a los hermanos, los ingresó y medicó con generosidad. Entonces la niña empezó a hablarle… a Maqui. Invisible para los demás, la acompañaba y le ayudaba a diagnosticar a los pacientes. Durante un año, dijo, fue una “asociación laboral de lo más productiva”. Sin embargo, mi mejor alumna cometió el error de ponerse a discutir con la niña... ¡en una reunión con el director Cuartucci! Es obvio que
Es la jefa de servicio en un Centro de Salud Mental conurbano. Un espanto de lugar que sólo se puede afrontar con vocación de malabarista. El director del CSM le impuso una licencia de treinta días con la obligación de resolver su problemita . Maqui me mostró lo que le escribió sin nombrarla en @JeremaCuartuc1 No uso redes, pero coincido con el diagnóstico de este payaso. Igual hay cosas que no se hacen. Tengo que acordarme de comprar cloro y repelente para los mosquitos.